sábado, julio 22, 2006

Nota de prensa: Baltasar Garzón amenaza con llevar a los tribunales al grupo Garzón

Me lo ha enviado Juan Tío


BALTASAR GARZÓN AMENAZA CON LLEVAR A LOS TRIBUNALES AL GRUPO GARZÓN

Los miembros del grupo musical Garzón, una de las bandas revelación de la escena del pop independiente, recibieron el pasado martes 18 de julio una notificación de los representantes legales de Baltasar Garzón en la que se les insta a "cesar en los actos que constituyen una intromisión a la imagen" del juez de la Audiencia Nacional. En el burofax enviado por el despacho de abogados Medina Cuadros se insta al grupo a que, antes de siete días, cambie el nombre de su página web ( http://www.superjuez.com/) y suprima tanto las fotografías del magistrado que aparecen en la misma como las alusiones que directa o indirectamente se refieren él. En caso contrario, "se iniciarán las pertinentes acciones judiciales". El portavoz del grupo, que tocará hoy viernes en el Festival Internacional de Benicàssim, ha asegurado que se trata de un "terrible malentendido": "Cuando nos pusimos ese nombre sólo pretendíamos rendir un sentido homenaje a un prohombre que ha revalorizado conceptos denostados hoy día como ecuanimidad, progresismo y modestia". No obstante, pese a la total confianza del grupo en la justicia española -"que Garzón sea juez y tenga más abogados que OJ Simpson no quiere decir absolutamente nada"-, la banda ha decidido ir un paso más allá de las recomendaciones del magistrado: "Como dijo el caudillo tras la voladura de Carrero, no hay mal que por bien no venga. En realidad, hacía tiempo que nos habíamos dado cuenta de que no tenía sentido seguir llamándonos Garzón. El objetivo del nombre era homenajear al juez más grande de España. Sin embargo, el tiempo, ese juez supremo que da y quita razones, ha dictado sentencia por nosotros. Todo lo que sube, baja. Hay que mirar hacia el futuro. Por tanto, desde hoy viernes 21 de julio, el grupo Garzón pasa a llamarse Grande-Marlaska".

http://www.superjuez.com/





lunes, julio 17, 2006

The Way You Look Tonight

Me encanta esta canción y por eso estoy buscando versiones suyas
The Way You Look Tonight
Some day, when I'm awfully low,
When the world is cold,
I will feel a glow just thinking of you...
And the way you look tonight.

Yes you're lovely, with your smile so warm
And your cheeks so soft,
There is nothing for me but to love you,
And the way you look tonight.

With each word your tenderness grows,
Tearing my fear apart...
And that laugh that wrinkles your nose,
It touches my foolish heart.

Lovely ... Never, ever change.
Keep that breathless charm.
Won't you please arrange it ?
'Cause I love you ... Just the way you look tonight.

Mm, Mm, Mm, Mm,
Just the way you look to-night.
Le cogí afición tras ver la peli Los amigos de Peter, en una de las mejores escenas de la peli, para mi gusto. P ero es una canción antigua.
Fue Oscar a la mejor canción en 1936 interpretada por Fred Astaire para Ginger Rogers.
Tengo las siguientes versiones:
- Aebersold - Jerome Kern. Jazz
- Air - Everybody Hertz
- Billie Holiday
- Ella Fitzgerald
- Eric Dolphy
- Frank Sinatra
- Fred Astaire
- Harry Connick Jr.
- Maceo Parker
- Madeleine Peyroux & William Galison
- Michael Buble
- Nat King Cole
- Pat Matheny
- Paul McCartney
- Peggy Lee & Benny Goodman
- Phil Collins
- Ray Conniff
- Rod Stewart
- Roger Williams
- Sonny Rollins & Thelonious Monk
- Stan Getz & Chet Baker
- Stefano Bollani & Enrico Rava
- THE LETTERMEN
- The Mantovani Orchestra
- Tony Bennett
Hay mas versiones, pero estas son las que tengo, estaré agradecido si me envias alguna mas jesus05@gmail.com

Por qué, así, no

Publicado en El PAIS por sorprendente que pueda parecer una vez leido.


Por qué, así, no

JOSÉ IGNACIO WERT

El ruido que rodea el proceso de negociación emprendido por el Gobierno para la disolución de ETA, hace cada vez más difícil plantear con rigor y serenidad los argumentos que llevan a estar a favor de él o en contra del mismo. Hay mucho simplismo, mucha demagogia y muy poco respeto a la lógica. Yo estoy en contra de este proceso, al contrario que una clara mayoría de los ciudadanos que, de acuerdo a las encuestas, lo apoyan de forma contundente. Quisiera explicar por qué, no porque considere que mi postura sea asunto de interés general, sino por intentar desarrollar un esquema comprensible de las razones que, a mi entender, convierten este proceso en una iniciativa no sólo equivocada, sino de potenciales consecuencias graves para el futuro de nuestra convivencia.

Nadie (casi nadie) está en contra de que mediante el diálogo se consiga la disolución de ETA. Los sucesivos gobiernos de todo signo lo han intentado y la sociedad ha entendido en cada uno de esos intentos que valía la pena intentarlo, y hasta que el Estado podría ofrecer alguna contrapartida, incluso generosa, a quienes materializaran esa disolución.

Pero ese diálogo nunca se planteó -como cada vez más abiertamente se está planteando éste- como un proceso de paz en el que dos bandos en lucha acuerdan renuncias recíprocas para poner fin a un conflicto bélico o a un estado de violencia bilateral. De hecho, aceptar este planteamiento supone reconocer el 90% del ideario de ETA que se presenta a sí misma como el ejército vasco de liberación que quiere poner fin al yugo opresor de España (y, con la boca más chica, también al de Francia). Ésa es la narrativa de ETA en su último comunicado: "España ha impuesto leyes extranjeras, el genocidio lingüístico y cultural, la partición y militarización del territorio, los asesinatos policiales y parapoliciales, las razias y detenciones selectivas, la utilización sistemática de la tortura...".

Lo cierto es que aquí ha habido unos que asesinaban, extorsionaban y amenazaban y otros que oponían (salvo excepciones que han sido penalmente castigadas por el propio Estado) los mecanismos del Estado de Derecho a la violencia antijurídica desarrollada por ETA. Por tanto, no ha habido dos bandos enfrentados, no procede un proceso de paz, no hay guerra a la que poner fin. No está de más recordar que los miembros de ETA, incluidos los autores de delitos sangrientos, fueron amnistiados dos veces al principio de la Transición, de forma que ahora estamos hablando tan sólo de quienes han ejercido la violencia criminal contra un Estado democrático.

En este contexto, los sucesivos Gobiernos de la democracia han cometido errores y han dado bandazos en su forma de luchar con ETA y en la de negociar con ella. Todos. Pero todos han mantenido con rigor la exclusión del carácter político de la negociación, que nunca ha continuado cuando ETA ha intentado convertirla en negociación política.

El Estado, gracias al consenso de los dos grandes partidos, es capaz de cambiar decisivamente la dinámica de desgaste que ETA trataba de imponer, a través de la Ley de Partidos basada en el Acuerdo por las Libertades y contra el Terrorismo. Por vez primera se reconoce (como verdad judicial) que ETA no consiste sólo en quienes empuñan las pistolas sino que abarca a quienes les dan voz política, cobertura mediática o sustento financiero. Y esa operación, entre 2001 y 2004, es un gran éxito que, materialmente, diluye la amenaza terrorista como nunca hasta entonces se había conseguido. También es cierto que el contexto internacional y el incremento de la cooperación antiterrorista facilitan ese cerco y lo hacen más eficiente.

Hay que recordar también que ETA no había cometido un solo atentado mortal desde mayo de 2003, sin proclamar tregua alguna ni imponer ningún tipo de concesiones. Y que la ETA que no mata durante el último año de Gobierno de Aznar está simultáneamente más acosada que nunca por el Estado de Derecho: fuera de las instituciones, con buena parte de las fuentes de financiación cegadas, sin voz política o mediática apreciable.

Cuando el Gobierno (y no ETA) lanza la iniciativa de diálogo, ETA es una sombra de sí misma. Probablemente, un buen momento para abordar un diálogo desde la mejor posición posible del Estado de Derecho. Pero un diálogo completamente asimétrico, no una negociación, sino un contrato de adhesión: si dejáis las pistolas, se puede aliviar algo la situación penitenciaria de algunos presos, interpretar con benevolencia la legislación sobre cumplimiento de penas y regularizar la situación de quienes están en el limbo jurídico (sin causas abiertas). Y nada más.

Se está haciendo algo muy distinto. Se está hablando de política con ETA y se está haciendo antes de que ésta haya dado algún paso relevante para su disolución. Se está entrando en un discurso en el que se reconoce -cada vez de forma más difícil de ocultar- que hay un problema político específico al que dar solución y que si no se ha solucionado antes es porque la violencia lo impedía. Y, sobre todo, se ha entrado a insinuar -nada menos que por el presidente del Gobierno- que los vascos tienen derecho a decidir su futuro como si fueran sujetos de soberanía, como si el Estado adoleciera de un déficit de legitimidad por no haber abordado desde estos supuestos autodeterministas la cuestión vasca. Admitida la mesa política como un componente de la negociación en curso, el Estado ha perdido la batalla. Como tal, no se sienta a ella (es cosa de vascos), pero se compromete a respetar lo que en ella se acuerde. Cierto que con cautelas legalistas, pero éstas no cuentan si falla la base: admitir la mesa, un recurso extra institucional, supone reconocer falencia o déficit en las instituciones que existen. Lo ha dicho de forma inequívoca Patxi López a la salida de su reunión pública con un partido ilegal que es reconocido en la Unión Europea como organización terrorista: se trata de llevar adelante "un diálogo político que tiene que tener como objetivo ampliar los consensos con los que definir el marco de convivencia que permitan construir una Euskadi entre todos". En otras palabras, que Euskadi, institucionalmente, está por construir.

De eso se trata. La gente puede pensar que finalmente alguna concesión política puede valer la pena si acaba la violencia. Instalada en la falacia de la paz, puede llegar a sacrificar a su supuesta obtención cuestiones aparentemente menos importantes como son si hay o no mesa de partidos y qué se habla en ella. Es un error grave. Al margen de la ofensa infinita que esto supone para las víctimas y para quienes a lo largo de todos estos años han luchado denodadamente por hacer prevalecer el Estado de Derecho, el resultado no puede ser otro que el de una imposición total del nacionalismo radical excluyente, fortalecido por la renuncia política de quienes no lo son. Y, salvadas las distancias, nos encontraríamos en aquella situación que Churchill, en solitario y ante la incomprensión de sus conciudadanos, denunció tras el acuerdo de Múnich: "Parecía haber sólo dos desagradables posibilidades: la guerra o la paz con deshonor. Ahora veo una tercera: la guerra con deshonor". No quiero hablar de guerra, porque rechazo hablar de paz, pero sustitúyase por "entrega" y estará dicho.

domingo, julio 16, 2006

¿La historia interminable?

Me ha gustado mucho el articulo de opinión que publicó en El Pais el sociologo.
 
En los tiempos que corren es clarificador, mas teniendo en cuenta que lo ha publicado "el BOE"...
 
 JOSÉ IGNACIO WERT

¿La historia interminable?  

Se han cumplido 30 años de la muerte de Franco. En unos meses, se cumplirán 70 del comienzo de la Guerra Civil. Y, de no ser por los empeñosos empeños editoriales y la oficiosa oficialidad conmemorativa que una y otra efemérides suscitan, ambas pasarían desapercibidas para el común de los ciudadanos, lo que es la mejor noticia sobre la salud política básica de los españoles que cupiera imaginar.

Sin embargo, es sabido que las efemérides las carga el diablo. Y en este caso, las mismas se hilan con el propósito de forzar la consagración de una definitiva relectura de nuestra historia contemporánea no menos maniquea que la que impuso el franquismo mientras pudo. En un artículo de Javier Cercas en EL PAÍS del 29 de noviembre pasado (Cómo acabar de una vez por todas con el franquismo) creo que se resume adecuadamente el espíritu y la letra de esa relectura en la siguiente frase: "Había una vez en España una República democrática mejorable, como todas, contra la que un militar llamado Franco dio un golpe de Estado. Como algunos ciudadanos no aceptaron el golpe y decidieron defender el Estado de derecho, hubo una guerra de tres años. La ganó Franco, quien impuso un régimen sin libertades, injusto e ilegítimo, que fue una prolongación de la guerra por otros medios y duró 40 años". A esa lectura se apunta con entusiasmo la izquierda que nos gobierna.

A mi juicio, el problema que suscita esta nueva verdad oficial no está en la demonización del franquismo, sino en la beatificación de la República. La descripción del régimen de Franco que despacha Cercas en las líneas anteriores es algo simplista y omite aspectos esenciales (como, por ejemplo, la propia evolución del franquismo), pero no puede decirse que sea falsa.

Sí es en cambio, a mi entender, radicalmente errónea la frase que describe a la República. La República no fue un régimen democrático mejorable como todos. Fue un fracaso de la democracia al que contribuyeron revolucionarios y contrarrevolucionarios en semejante medida. Lo fue, además, casi desde el principio, pero, sobre todo, lo fue en el periodo final, el inmediatamente antecedente a la Guerra Civil, como demuestran, a mi juicio de forma poco discutible, trabajos recientes de historiadores tan solventes como Stanley G. Payne.

Simplemente hagamos el ejercicio de transponer la historia de esos meses convulsos a la actualidad. Imaginemos que en el lapso de unos pocos meses se hubieran producido en torno a 300 muertes violentas en incidentes políticos, y entre ellas, la del jefe de la oposición parlamentaria, a manos de agentes de las fuerzas de seguridad del Estado. ¿Alguien en sus cabales hablaría, en tal situación, de un "régimen democrático mejorable"?

La cuestión está en que un fracaso colectivo -como fue la República- no tiene por qué constituirse retrospectivamente en el mástil mora al que amarrar la nueva democracia. Esto es tan erróneo -y tan autodestructivo- como lo sería pretender que la legitimidad de la actual democracia que disfrutamos se ancla en las previsiones sucesorias del franquismo.

Pero eso, con ser malo, no sería lo peor. Lo peor es que el intento trae consigo una deslegitimación implícita de uno de los pocos procesos de nuestra historia contemporánea del que tenemos razones para sentirnos orgullosos o, al menos, satisfechos: la transición. El corolario de esa relectura es, efectivamente, que la transición no da lugar a una verdadera democracia, dado que los condicionamientos de la misma no permitieron hacer justicia a las víctimas del franquismo ni superar sus tabúes, y ello vicia las bases morales del nuevo régimen democrático.

Ése es el disparate. La transición española es casi un milagro histórico. Despreciar su valor como piedra angular de nuestra democracia es renunciar a una de nuestras mejores páginas de historia colectiva. Pero, sobre todo, es aventurarnos de nuevo en una senda de incertidumbre. La historia más reciente es pródiga en ejemplos de transiciones fallidas (sin ir más lejos, en los Balcanes o en algunos países del Este de Europa). Todas tienen en común un rasgo: en ellas, el deseo de vindicación de un pasado -por irreal, mitológico o fantasioso que éste sea- se hace más fuerte que la voluntad de construir un futuro. Esas transiciones fallidas han dado lugar a quiebras de los Estados -donde la falla histórica tenía un contenido étnico, como en los Balcanes-, a inestabilidad política, a fracaso económico y, lo peor, se han cobrado en ocasiones un costoso tributo en sangre.

Por eso, la cuestión no es académica ni teórica. Los asuntos del espacio público que ocupan el lugar central de la agenda política están refractados por ese prisma revisionista, y así nos va. Especialmente, el debate sobre el modelo territorial.

Parece que hubiera que revisar la configuración del Estado de las Autonomías para ir a una filosofía más declaradamente federal porque el sistema actual no puede dar cauce a las aspiraciones de autogobierno de vascos y catalanes. Y todo ello porque las hipotecas de la transición impidieron un rediseño del Estado tan amplio como hubiera sido necesario.

Ese argumento no se sostiene ni teórica ni históricamente. El nivel de autogobierno catalán y vasco en la República era inferior al que los propios Estatutos de Sau y de Gernika consagran. Ninguno de los dos tuvo tiempo de consolidarse y, además, ambos constituyeron, cada uno a su modo, fuentes de riesgo, amenaza y deslealtad para la República. No hay nada que mirar en ese espejo: felizmente, en casi nada nos parecemos.

A estas alturas, echar atrás la vista 70 años tiene mucho más sentido para evitar los errores del pasado que para buscar inspiración en futuros aciertos. Porque hoy ya no podemos dar por buenos los versos de Gil de Biedma ("De todas las historias de la Historia / sin duda la más triste es la de España / porque termina mal..."). Pero siempre corremos el riesgo de dejarnos llevar por estos otros de las Glosas a Heráclito de Ángel González: "Nada es lo mismo, nada / permanece. / Menos / la Historia y la morcilla de mi tierra / se hacen las dos con sangre, se repiten".

José Ignacio Wert es sociólogo.

sábado, julio 15, 2006

Tercera entrega de Spiderman...Mayo próximo

 
 

Nuevo poster de la película, para cuyo estreno aún faltan 9 meses.

Blogdecine

La tercera entrega vuelve a estar dirigida por Sam Raimi, y vuelve a contar con Tobey Maguire y Kirsten Dunst, como principales protagonistas, a los que acompañarán Thoper Grace, James Franco y Thomas Haden Church como principales protagonistas.

Su estreno está previsto para el 4 de mayo del año próximo.

jueves, julio 13, 2006